En otras palabras, debemos volver a predicar la Palabra de Dios en el poder del Espíritu. Hemos de volver a esa Palabra, en la plena confianza de que es ahí donde encontramos la Verdad revelada y expresada. Debemos dejar de ignorar esta Palabra y hacernos sus siervos. Debemos dejar de juzgarla y comenzar a permitir que ella nos juzgue a nosotros. Tal predicación es, en mi opinión, la esencia de la profecía bíblica: proclamar y aplicar a una generación contemporánea las verdades de Dios y su Palabra.
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